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Todo lo que guardamos en casa… y los (falsos) motivos para hacerlo

Llega la navidad y con ella los juguetes que inundarán nuestro hogar los regalos, o lo que es lo mismo: la ilusión de hoy, el-trasto-cosa-que-no-sé-dónde-poner de mañana. Porque sí, algunas de esas cosas no las usarás, pero las guardarás, de la misma manera que has guardado otras muchas absurdeces cosas en tu hogar. De eso, y de otras cosas, va este post.

Si no nos habíamos repuesto del dichoso cambio de armarios* en el que muchas gritamos (p’adentro aunque sea) eso de «¡Lo voy a tirar/donar todo!», pero en el que conseguimos deshacernos de algunas mierdecitas inútiles cositas, ahora llega la época de rellenar, de nuevo, el hogar.*Nota para el regocijo personal: he forrado mi dormitorio de armarios y ya no tengo que hacer cambio de armarios, viva la vida, viva victoria, Afrodita. Muajajajaja. Es posible que se nos caigan encima y muramos sepultados por madera falsa (DM) y ropa, pero mientras, que nos quiten lo bailao. 

Ahora que en el horizonte vemos esos paquetes que entrarán en nuestro hogar, esas morrallas que nos regalarán con mucho amor pero quizá un escaso sentido del gusto, me he puesto a pensar en la de cosas que guardamos en casa que en realidad no queremos, que en realidad no sirven, pero que no tiramos o donamos por… una buena razón. O eso es lo que nos queremos creer en un momento de autoengaño sin parangón.

Lo que el viento Marie Kondo no se llevó

Veamos si tienes alguna de estas cositas… u otras pero por estos motivos que detallo:

  • En tu armario hay vaqueros de al menos dos tallas (puede que hasta más). Es posible incluso que tengas guardados los pantalones premamá. Tranquila, este es un espacio libre de juicios, sobre todo porque aquí más de una aún nos los ponemos conservamos alguno por cariño (pasando tres pueblos del mariekondismo)… o nos seguimos poniendo los leggins, a los que sabéis que les tengo un cariño especial, ejem.
  • Los apuntes de la carrera. El motivo oficial para tenerlos cogiendo polvo en casa de tus padres para tenerlos atesorados a buen recaudo es poder conservar todo ese conocimiento, todos esos recursos que puede que en algún momento necesites. El motivo real es que esos apuntes están compuestos por fotocopias por las que tuviste que esperar horas en reprografía y pagar miles de pesetas, y por cientos, miles, de folios escritos de tu puño y letra, son tu obra…
  • Colecciones random (y una mijita absurdas, todo sea dicho): sobres de azúcar del mundo, etiquetas de cervezas (o refrescos), mecheros que ya no funcionan, postales amarillentas de la España cañí, chapas -un segundo de silencio por «la moderna que fuimos»-, entradas de cine -en las ya no se lee nada, porque esa tinta es el producto más efímero de la tierra-, o condones arrugados -no usados, claro- y por supuesto caducados… Las guardas en una caja de zapatos, bueno, de zapatos no, de botas, de esas que son un poco más grandes y con un cartón así como de mejor calidad. Llevas sin verlas desde que tu madre te obligó a sacarlas de su casa te mudaste, pero las guardas.
  • Los «por si vuelve». En tu armario es muy posible que se encuentre alguna de estas prendas: una chaqueta de micropana y borrego por dentro, unos pantalones pata de elefante (de elefante gordo), unas zapatillas de deporte con cuña (escucha, tira esto ya, que no molaba ni cuando salió), una falta vaquera a media pierna que siempre te hizo parecer un poco Betty la fea, pero allí que nos la pusimos todas… Seguramente en tu joyero también podamos encontrar alguna de estas «joyas» añejas: un colgante de terciopelo de esos que iban apretadicos al cuello (tipo camafeo de los veinte duros), una suerte de babero de cuentas de esas chiquiticas -que cuando se te rompe uno de los hilos es la fiesta del confeti plastiquero-, un broche con una flor de tela, una diadema forrada en tela de cuadros, un viejo piercing para el ombligo, tipo banana, que te quitaste en el preñao y nunca más te pusiste -hola, yo lo tengo- o un anillo de plata para los dedos de los pies. El dato: sí, es posible que vuelvan a llevarse, nadie vió venir lo de la riñonera y fíjate, ahí está la tía, teniendo una segunda vida,  pero… 1) Lo que vuelve no vuelve tal cual se llevaba, siempre le dan un giro de manera que si tú te pones algo que realmente era de la época se nota viejuno y poco cool. 2) Puede que en su momento te quedara fetén y puede que se vuelva a llevar pero… tú ya no eres la misma, amiga, y ese collar de terciopelo apretaíco al cuello te da más angustia que glamour.
  • Los «por si acaso». En una categoría similar a la anterior, pero con lo bonito que aporta la idea de utilidad, está  lo guardamos  por si nos hiciera falta… ¿para un apocalipsis zombie? ¿Para qué? Pues no se sabe. En realidad guardamos esas cosas porque no queremos reconocer que nos vinimos arriba con la motivación, pero que en realidad viviendo, por poner, en Cuenca, y teniendo poco tiempo libre, al equipo completo de submarinismo, en el que nos dejamos una pasta loca, no le vamos a dar mucho uso. Psiconsejo: de la misma manera que no es recomendable ir al súper antes de comer, a la hora de merendar o en general cuando se tiene más hambre que un pajarico chiquitico esperando a que la mamma venga con el gusano rico, ir al Decathlon antes del verano o después de haber hablado con tu cuñado/amigo el motivado del sederismo/escalada/lo que sea, es arriesgado. Marie Kondo no lo haría.
  • Los recuerdos: la memoria de los humanos tiene una cosa muy bonita, y es que reacciona a objetos (también a olores, ¿no te ha pasado nunca que entras a un sitio y de pronto te llega un olor que te transporta a casa de tu abuela? Qué cosas. También están los olores que te transportan a los ascos y las náuseas del embarazo, y esos son una mierda como la catedral de Burgos. Guardamos cosas por el valor emocional que tienen, porque les otorgamos propiedades evocadoras de esos recuerdos. Lo entiendo. Me pasa también. Pero dime, ¿qué necesidad tenemos de evocar nuestro viaje de fin de curso* a Picos de Europa o a Mallorca, del que ya hace más de veinte años? Los objetos-recuerdo deberían tener fecha de caducidad, porque pasado un tiempo les pasa como a la comida: empiezan a oler mal. El otro día haciendo limpieza me encontré mi estuche de la carrera, con todas sus cositas dentro. Entre ellas había una anilla de una botella de agua que un compañero aplastó y le dejó forma de corazón -al parecer nos aburríamos en algunas clases, mucho-. Una cosa muy necesaria que sin duda había que guardar, ¿eh, Maricarmen? Pues eso.

* Drama: acabo de caer en cuántos años hace de mi viaje de fin de curso de octavo y… madre mía, ¡vamos a morir todos! 

En resumen, y de manera gráfica:

Diagrama de quesito de lo todo lo que guarda uno en casa

Y tú, ¿qué tesoros reguleros guardas/escondes en tus armarios? De lo que tienes en el trastero, ¿qué has usado en los dos últimos años? Pero lo que más me interesa saber es… ¿cuál es tu colección más absurda o curiosa? Queremos saber. Jijijiji

A continuación, y antes de que me dejes y te pongas a leer otra cosa o a mirar botines de oferta -qué perdición, oiga- un extra con espíritu navideño:

 

¡Qué vienen los Reyes! Oye, pues diles que no traigan muchas cosas.

A veces los mayores nos volvemos una mijita majaras con esto de los regalos. Que sí, que todos queremos lo mejor y lo más y lo todo para nuestros peques, pero quizá eso no tenga la forma de una montaña de regalos, sino de otras cositas… No quiero meterme en densidades, porque para eso estarán otros posts (estoy maquinando cosas, pero aún no concreto nada porque, cero sorpresa, no me da la vida), pero ahí lo dejo caer.

En casa, ya lo he comentado alguna vez aquí en el blog, tenemos una regla con respecto a los juguetes, y tanto nosotros como los abuelos y tíos la cumplimos: un regalo por casa, y punto. En Marujismo practican la regla de los 4 juguetes, por ejemplo.

Me pongo un poco más seria, pero con un fin bonito: aprovecho, como todos los años, para recordar que hay un montón de peques que no van a poder disfrutar de esos regalitos, pero que existen numerosas organizaciones que se dedican precisamente a recoger juguetes para darles una segunda vida y con ello hacer un poquito más felices a esos peques. En otras se puede donar dinero para que compren esos juguetes.

Busca una que te de confianza y si puedes, porfa, colabora. Incluso puedes implicar a tus peques, y entre todos seleccionar qué juguetes donar, o con qué asociación colaborar. Es una buena experiencia que seguro deja un poso interesante en ellos.

Gracias por leerme y gracias a las familias que colaboráis, ahora y todo el año, ¡sois maravillosas!

Besicos de madre con frío por fuera, pero con el corazón derretido de ternura por dentro.

8 respuestas

  1. Yo, tras tantas mudanzas de desechado son 90% de lo que tú mencionas peeeero, lo sustituyo por guardar otras mierdas. Y mira que no quiero,,’ira que veo en la tele lo de las minicasas y me entra ansiedad de imaginarme lo que tenemos en armarios y cajones… pero, nada, que seguimos guardando… Y tirando, porque yo desde hace tiempo voy quitando cosas de en medio que me vengo arriba y cualquier día tiro a mi marido (sin querer).
    Postazo de la risa, como siempre. Vuelve con más frecuencia, reina.

    1. Las mudanzas dan una perspectiva cojonuda para todo, especialmente para mandarlo todo a la mierda. Ese momento en que tienes algo en las manos, delante de la caja, y dices… al carajo, esto va a la basura (porque ya llevas dos días y estás hasta las pelotillas y ya ni afecto ni leches, odias cada objeto de tu casa).
      Tía, a mí las minicasas esas… NO. Una cosa es no tener mucho, y otra es no poder peerte si hay visita. Estoy en contra.
      Gracias por seguir por aquí a pesar de que escribo menos que elecciones tenemos en este país. Procuraré coger ritmillo otra vez! Besicos!

  2. Jajaja!!!! Que bueno! Yo ando ahora deshaciendome de muchos por si a caso, pero la colección que sigo teniendo guardada es la de gomas de borrar de figuritas, soy incapaz de tirarla , y si, me imagino que ya huele mal…. jaja…

    1. Me enamora el alma tu colección de gomas. Adoro las gomas. Me encantan las gomas. Y bueno, todo lo que es porno de papelería, jajaja. Ay, qué cucada! Yo tenía alguna de niña, de esas que son tan bonitas que no usas nunca, pero ni idea de por dónde andarán (imagino que mi madre, en un momento vital como en el que estoy yo ahora, las mandó directamente a la basura, jajaja).

      ¿Tú crees que olerán mal? Si eso es química pura! Seguro que siguen oliendo a rico, jajajaja (queremos saber).

      Gracias por leerme y comentar, guapetona!

  3. La colección de tarjetas de teléfono es un must que no se puede tirar…si ya casi no hay cabinas!!!
    Los porsiacas de nuestra casa han disminuido mucho, pero leche, mira que cuesta conseguir despejar! Todo el empeño que ponemos en seleccionar bien lo que entra ahora, pero debíamos tener tanto acumulado que ni flowers acabamos.

    1. Te voy a confesar que cuando he leído «tarjetas de teléfono» en lo que he pensado es en las sim de los móviles… ¡hasta que he leído cabinas! Madremíadelamorhermoso, ¡había borrado eso de mi disco duro mental! jajajaja Cuesta, cuesta despejar, porque es lo que dices, que tenemos más de lo que creemos (yo tengo hasta en casa de mis padres). Pero algún día lograremos la libertad de armarios jajajaja
      Muchas gracias por leerme y comentar!!!

  4. jajajaja. Me ha encantado!!
    Y oye!! yo soy de Cuenca y en el Júcar o el el pantano de la Toba, aún se puede usar ese equipazo de submarinismo, eh? jajajaja
    Yo colecciono telas. Trocitos de tela, y demás cosas relacionadas, de las que un 80% no las uso….

    1. Jajajajaja (adoro Cuenca y la menciono cada dos por tres, jajajaja). Oish, qué cosa tan cuquimoni eso de los trocitos de tela, ¡me encanta! A lo mejor te puedes hacer una colcha de esas americanas… oyoyoyoyoy #loveo
      ¡Muchas gracias por leerme y por comentar, Almudena!

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