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Cuando salir a la calle te da un poquito de angustia o ansiedad

En estos días a muchos la idea de salir de casa y estar en la calle lejos de darles vidilla lo que les ha dado es un poquito -o un muchito- de ansiedad. Si quieres (o tienes) que salir y te da angustia, quédate, te cuento algunas estrategias para intentar reducir ese malestar. ¡Vamos a por ellas!

Notita: Hay quien siente ansiedad pero no por una salida puntual o por «volver a la calle», sino por retomar viejos ritmos, dinámicas pre-confinamiento -laborales, sociales…- que hoy, tras un parón -involuntario, pero parón al fin y al cabo-, se antojan insoportables e insostenibles. No son pocos los que se sienten así, ya te lo digo.

En este post me voy a centrar en el primer caso, en la ansiedad que produce salir a la calle puntualmente, porque creo que el segundo tipo se merece un post enterito dada la complejidad y profundidad que implica. Pero no quería dejar de mencionarlo para dejar clara la distinción entre ambas situaciones.

IMPORTANTE: antes de entrar en materia he de decir, como siempre, que soy psicóloga, que tengo mi consulta y ayudo a que la gente se ponga estupenda, pero esto es un post, algo general, de manera que si de verdad te sientes mal, si te cuesta manejar esto, por favor, acude a un profesional. Los psicólogos estamos para ayudarte.

Sentirse mal es «normal»

Vamos a empezar por ubicarnos: la realidad es que hay razones objetivas para que salir no te parezca la mejor idea. Cuando hablamos de ansiedad, de malestar emocional, es fundamental que tengamos en cuenta el contexto: durante años hemos patologizado muchas cosas que en realidad eran más de índole social o económica, por ejemplo, que una cuestión clínica.

Es decir, hay situaciones que sí o sí generarán un determinado tipo de reacción, ¿cómo no hacerlo si son hostiles, peligrosas, duras…? Ejemplo tontuno: ante un ataque no hay nadie que se  quede pichi e impoluto emocionalmente, porque resulta que el evento es feo de pelotas. Sentirse mal en ese contexto es lo «normal», no tiene nada de malo ni es indicativo de patología. Espero haberme explicado.

Quiero o no quiero salir, y por qué

Lo primero es tener claro si de verdad queremos salir o no. Y en caso de que sea que no determinar si ese «no» es porque efectivamente consideramos que no es buena idea o si es por el malestar que nos genera, que nos bloquea. Son dos puntos de partida diferentes que requieren acciones y decisiones diferentes.

No hacer algo por miedo o por bloqueo es regulero, amiga. Lo suyo es «poder hacerlo si quiero». ¿Que luego resulta que no quiero salir por decisión propia? Pues ole, genial, pero entonces será porque no quiero, no porque no «puedo» por bloqueo o malestar. Aprovecho para decir que esto es aplicable a muuuchas cosas en la vida (como el sexo, jejejeje. Ahí lo dejo, que si no me lío y estamos con otro tema).

Los ingredientes del mal

Estos son algunas cositas que pueden contribuir a que sintamos angustia o ansiedad ante la idea de salir a al calle o cuando estamos en ella:

  • Miedo al contagio. Evidentemente una fuente de angustia es la idea de que podamos contagiarnos o contagiar a otros. Esto nos lleva a pensar que estamos mejor en casa, donde no hay peligro, donde no hay riesgo.
  • Temor por la conducta de los demás: las redes se han llenado de imágenes de gente haciéndolo… regular, y seguramente a estas alturas tú lo hayas visto con tus propios ojitos. Y claro, el cerebro toma nota de todo eso y dice «Cuidao ahí que fuera hay riesgo por homo tontolculus» (concepto del enorme Forges), con toda la razón del mundo, of course.
  • Incertidumbre: ¿Qué pasará? ¿Qué efecto tendrá que vayamos saliendo? ¿Qué me voy a encontrar? ¿Y si…? Ay, los «Y si…», qué cabrones qué de dañito hacen. A los seres humanos nos gustan las certezas, lo que podemos predecir y controlar porque nos da seguridad. Pero en esto de salir hay una cantidad de variables enorme que no controlamos, predicciones difíciles de realizar porque nos falta información, porque es un contexto nuevo. Incertidumbre, con lo fea que es.
  • Es muy «raro»: esa sensación, al salir, de que la calle es la de siempre pero no es como siempre, que está todo como «raro», no es especialmente agradable, ¿verdad?
  • Es agotador: en nuestro recuerdo salir era salir, sin más. Pero ahora, como contaba en el post sobre ir al supermercado, salir implica estar pendiente de los movimientos de los demás, de que si la mascarilla se mueve y se nos empañan las gafas, de no tocarnos, de quién nos toca… Estar pendientes de tantas cosas puede hacer que en lugar de ser una experiencia placentera sea algo cansado, exigente y poco apetecible.
  • Supone un cambio, y los cambios pueden ponernos nerviosos, incluso los buenos. Por ejemplo un cambio a un puesto de trabajo mejor, aunque fuera algo que estuviéramos deseando, aunque sea para bien, nos puede poner una mijita nerviositos. Hay quien se adapta mejor a los cambios y a quien le cuesta más, y en este contexto tan extraño, tan duro, seguramente esos estilos se hayan polarizado más.
  • Casa es… casa: en casa lo tenemos todo más o menos controlado. Salir supone exponerse y hace sentir vulnerable.
  • Me agobia la gente: al principio del confinamiento nos sorprendía lo vacías que estaban las calles. Esa soledad al caminar -ese caminar con prisas, culpable, ¿verdad- encogía el corazón. Pero a todo nos acostumbramos, aunque sea un poquito, y ahora cruzarnos con gente (y no hablo de situaciones con mucha gente en las que no se respeta la distancia, que ese es otro tema) nos resulta, cuanto menos, raro. ¿No te ha pasado?

Una chica le dice a su ansiedad "de toda la vida" que la deja, que ha conocido a otra mejor (y tras ella hay un monstruo de ansiedad mucho más grande que la ansiedad normal, que se llama ansiedad por el covid19)

Por qué me pasa a mí y no a otros de mi entorno

Sí, hay muchas personas sintiéndose así, pero también hay quien no está experimentando un malestar tan marcado ni se siente especialmente sobrepasado. Cada uno gestiona las emociones de una forma, de manera que no tiene mucho sentido compararse o intentar establecer raseros -normas- en base a lo que hacen y sienten otros.

Y digo esto porque muchas me escribís diciendo que vuestras parejas están tan pichis (qué palabra «pichi») y eso hace que os explote un poco la cabeza. Si mi pareja está bien, ¿por qué yo no? ¿Qué me pasa a mí? Pues eso, que sois personas diferentes, con historias, personalidades, estilos de afrontamiento y formas de gestionar las emociones diferentes también.

No hay una única forma de llevar esto, lo que sí hay es unos estilos más adaptativos que otros (es decir, que funcionan mejor a nivel coste-beneficio, para que me entendáis). El #teamadaptativo es el guay, así que vamos a intentar estar en él 😉

Reducir la ansiedad que genera salir de casa

Pasito a pasito

Partamos de la base de que salir, a día de hoy, no es una obligación, sino una opción (menos por aquello de hacer la compra, claro, o el trabajo, pero ese es otro tema). Así que vamos a tomárnoslo con calma y hacerlo bien, sin presión. Se han abierto vías para que uno pueda salir, pero eso no significa que tengas ahora que gastarte los dineros en ropa del Decathlon y sudarla todos los días o abonarte a la terraza de abajo, si es que tu comunidad es de las que ha pasado de fase.

«Aprovecho para»: amigas, amigos, ser responsables en este punto es FUNDAMENTAL, que se nos olvidan los riesgos con mucha facilidad.

La cuestión es que en caso de que consideres oportuno salir pero te de cosica, vamos a ver qué podemos hacer para que no se convierta en un mal rato. Además de porque afrontar es bien porque ayuda a que las cosas no se nos «hagan bola», resulta que llegará un día (no sabemos si más pronto o más tarde) en que sí que tengas, ya no por voluntad, que salir de casa (si es que no estás ya en esas, pero como decía, ese es otro tema), así que mejor que te pille preparada, ¿verdad?

Si te da angustia salir a la calle es mejor ir poco a poco, no de golpe. Más que nada porque no queremos que nos de un parraquito in the middle of the street que nos deje catacroquer y nos haga sentir aún más vulnerables. Con eso activaríamos el bucle del mal haciendo que aumente la ansiedad que da gloria: Me da angustia salir – Salgo y lo paso fatal de los fatales – Confirmo que salir es el mal – Genero ansiedad ante la idea de salir – Voy a salir… Y así hasta el infinito mierdero.

El plan para salir a la calle sin ansiedad

Para reducir la ansiedad que produce salir a la calle en estos días, lo ideal es abordarlo desde dos frentes:

  1. Por un lado reducir en la medida de lo posible nuestras rumiaciones al respecto -es decir, las vueltas que le damos al temita en nuestra cabeza- que no hacen otra cosa que elevar nuestra ansiedad.
  2. Y por otro, afrontar eso que tememos: «hacer», afrontar, es siempre la mejor política para hacer chiquitos los miedos.

1. Para un ratito, cerebrito. 

Cuando algo nos preocupa tendemos a darle vueltas, y más vueltas. Y venga vueltas. ¿Por qué lo hacemos? Porque creemos -tenemos «la regla mental»- de que cuanto más pensemos en ello más nos estamos ocupando y antes encontraremos una solución o una salida. Pero no, eso no es así.

Darle muchas vueltas a algo, sobre todo a algo que nos genera malestar, ansiedad, lo único que hace es que tengamos… ¡Correcto, más ansiedad! Hay un punto en que ese pensar en ello deja de ser productivo y se convierte en un martillo pilón mental.

Así que intenta no darle más vueltas de las necesarias al tema, ponle límites al runrún en plan como si fuera un detox del móvil: no voy a pensar en esto de tal hora a tal hora, lo haré a tal hora, y mientras me voy a distraer con…

No intentes simplemente no pensar en ello. Intentar no pensar en algo es la mejor forma de no dejar de pensar en eso. Vamos, no pienses en la palabra ojete. Jajaja. Ojete. Si te pasa esto con una palabra tan tonta (pero maravillosa) como es ojete (¡lo seguías pensando!), imagina intentar no pensar en algo que te preocupa… Ojete.

2. Afrontando, que es gerundio

Vamos a hacernos nuestra propia hoja de ruta, nuestro plan «Pisa morena, pisa con garbo… la calle». Las rubias también podéis, claro, pero no se me ocurre canción para vosotras.

Cuando algo nos cuesta lo mejor es plantarle cara, pero para ello debemos estar preparados y sobre todo hacerlo de manera razonable. ¿Cómo es eso? Pues con el must del afrontamiento: divide y vencerás.

  • Haz una lista con las posibles salidas que puedes/quieres hacer, ordenadas de la que menos ansiedad/angustia te da a la que más.
  • Coge una por una y divídelas en partes: piensa en los pasos necesarios para realizar esa salida, los sitios por los que pasarás, la ruta y lo que debes hacer.
  • Vamos con la primera de tu lista, la que menos cosica te da. Antes de salir párate un momento a identificar qué es lo que temes en concreto y busca respuestas/neutralizadores racionales a ese temor. Ejemplo:
    • Temor: me da miedo que haya mucha gente y pase alguien muy cerca.
    • Neutralizador (siempre algo objetivo y racional, nada de «Todo irá genial» porque nuestro cerebro se limpia el… con esas frases). Algo tipo: vale, no es de extrañar pensar en eso visto lo visto, pero si salgo y hay mucha gente puedo volverme a casa, porque no quiero asumir ese riesgo. (O también puedo buscar una ruta alternativa si es que la salida es obligatoria). Pero eso lo decidiré cuando esté en la calle, cuando vea lo que hay de verdad. 
  • También antes de salir repasa los pasos que vas a dar (punto 2) y las «vías alternativas» o salidas en caso de que se complique el trayecto inicial. Esto da sensación de control y calma porque eliminamos incertidumbres, aunque sea puramente a nivel mental.

Mientas estemos en la calle es importante que intentemos no dar rienda suelta a nuestros pensamientos ansiógenos (así se llama el runrún del mal). En lugar de poner el ojo de Sauron en eso que hace que se nos dispare la ansiedad vamos a ponerlo en cosas positivas: la luz, la ciudad que es la de siempre pero nueva, tú que estás afrontando eso que te daba miedo… Puede servirte también llevar musiquita de la buena y los cascos puestos. Especialmente útil es escuchar canciones de las que te sepas la letra (el lenguaje hace interferencia con el lenguaje, de manera que si cantamos es más complicado que andemos pensando cosas…).

Ole mi pepe afrontador yo

Cuando una hace cosas que le cuestan, cuando se esfuerza y afronta -que no siempre es fácil- hay que recompensarse por haberlo hecho, reforzarse por ello. Por ejemplo: si consigo hacerme la ruta que tenía pensado/que tenía que hacer pero me daba cosica, luego en casa me doy un baño relajante. Atención: esto es prescripción facultativa, así que díselo a tu pareja, hijos y a quien haga falta para lograr ese ratito para ti.

Esto, además de darte el gustito per se -gustazo si eres madre, porque mira que es complicado lo del baño y las madres-, hace que nuestro cerebro diga «Oye, pues resulta que cuando me enfrento a mis mierdecitas no solo no pasa nada malo, no solo no me he sentido tan mal como esperaba, sino que encima luego hay cosas guays» (el cerebro habla así, es un poco chunguele).

Y hasta aquí puedo leer esto te cuento. Ya paro, que me ha quedado muy largo y no son tiempos para grandes parrafadas, que tenemos la atención en Honolulu. Espero haberte sido de ayuda o interesante o somnífera en caso de que te hiciera falta una siesta.

Porfa, porfa, recuerda que esto es un post: si te sientes mal acude a un profesional, en serio.

Un abrazote,

Mamen

Un comentario

  1. La verdad es que da cosilla lo de salir. Mi marido y yo no lo llevamos demasiado bien. Así como hay casas en que parece que se pelean por ir a hacer la compra, nosotros si podemos nos escaquearíamos XD Aunque cuando toca, pues bueno, también se disfruta de ese rato de paz, que nuestra casa es un campo de batalla constante XDD

    Poco a poco supongo. Va a seguir dando miedo. Y ahora que por aquí los niños van volviendo a la escuela y todo… A mí me calma mirar los números de infectados en la ciudad y pensar, a ver, 10-30 personas que llevan en las últimas semanas, entre casi 300.000 en todo Bremen y 600.000 en la región… ¡Malo será que nos vaya a tocar justo a nosotros! Dentro de lo que cabe, según donde vivas, también hay que pensarse si te compensa saber o lo de corazón que no ve… :S

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Psicóloga (tengo mi consulta, doy talleres y charlas...), bimami (10 años y 6 años, ole), escribo y dibujo sobre psicología, pareja, maternidad... y lo que surja (o me dé tiempo). Podría vivir a base de gazpacho.
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