«A ratitos estoy bien, a ratos fatal». «Tengo días buenos y días de mierda». «Siento que necesito explotar pero no me sale o no encuentro el momento». ¿Te resulta familiar? Gestionar nuestras emociones estos días no está siendo tarea sencilla, y menos si hay peques en casa a los que quieres evitar, evidentemente, cualquier malestar extra. Si tú también te has subido a la montaña rusa confinada de las emociones dame la mano, el viaje de hoy lo hacemos juntas.
Todas las emociones en un día
En un momento sientes que no estás tan mal y te alegras. De pronto la casa se te cae encima y notas que te falta el aire. Al rato te ríes con un meme o con un vídeo. Luego la incertidumbre te merienda -¿cuándo acabará esto?-. Después te comes el bizcocho que habéis hecho (el decimonoveno ya) y te partes con tus peques y te sientes agradecido/a y feliz por estos momentos. Al rato te acuerdas de la gente que lo está pasando francamente mal y te hundes. Y puede que hasta coquetees con tu pareja y te sientes juguetón/a… y raro/a por andar pensando en eso en estos tiempos.
Pasar por todas emociones conocidas (y más allá) en un mismo día es algo frecuente para muchos desde que se inició el confinamiento. Así que lo primero, decirte que si te está pasando a ti quiero que sepas que no es ninguna rareza, muchos están como tú.
La montaña rusa emocional confinada
Tendemos a pensar que nuestro estado de ánimo es algo lineal, como un caminito. Pero las emociones no son una línea recta, no son blanco o negro, bien o mal. Las emociones son más bien una una receta en la que se mezclan ingredientes a cascoporro y del que resulta el caldito que somos.
Esto no debería afectarme así
Muy posiblemente estos días hasta la criatura más de hierro haya tenido su/s momento/s: tristeza, incertidumbre, angustia, enfado, desmotivación… o una bajona que no ha sabido identificar. Las personas experimentamos emociones como respuesta/reacción a lo que nos sucede. Y en este contexto tan excepcional, tan complicado, lo normal, lo esperable, es que aparezcan emociones negativas.
Si tienes momentos de estar abajo del todo, ratitos en los que crees que no puedes con esto, si necesitas (mucho a los demás) y crees que por ello no estás haciendo una buena gestión de todo esto, porfi, dale un poco al STOP. Lo que pasa es que eres humana, una que está pasando por un momento alucinantemente complicado.
Reflexionemos un poquitico: ¿no será que te está resultando tan difícil todo esto porque lo cierto es que estamos en una situación realmente difícil?
Vivimos en un contexto que nos afecta, que tiene consecuencias en nosotros, siempre, para bien y para mal. No lo olvides.
Los psicólogos no tenemos todas las respuestas ahora mismo -ojalá- pero desde luego lo que parece razonable es que ante una situación de esta magnitud uno se sienta como si se hubiera gastado 1500 euros en un bono «sin paradas» para el Dragón Khan emocional.
Ni esconder ni evitar: mejor soltar y gestionar
Estos días me he encontrado con no pocas personas que están tratando de evitar ese malestar, que lo intentan controlar a base de negarlo, esconderlo o aplazarlo. “No quiero preocupar a los demás o añadir mal rollo”, “Veo a los demás llevarlo bien y pienso que yo no debería sentirme así” son algunas frases que he escuchado.
Pero ojito, que esconder y evitar son dos de los archienemigos de los psicólogos.
Quizá, si es tu caso, lo que temas es que una vez abiertas las compuertas luego no seas capaz de cerrarlas de nuevo, que sea el descontrol total, que afecte a los que te rodean… Y eso, claro, es algo que no te quieres ni plantear.
Pero una gestión saludable de las emociones, especialmente de las negativas, pasa por reconocerlas y expresarlas, del modo que sea. Llorar, por ejemplo, es una forma de autoregulación, nos ayuda “a soltar”.
Aunque lo cierto es que estos días ni siquiera eso -llorar- está siendo sencillo, ¿verdad?: cuando uno quiere no puede porque están los peques o con el jefe en plena videollamada, y cuando parece que por fin se puede… no nos sale. Vaya plan.
Y como llevo un post así densito, vamos a rebajarlo con un dibujito chorrimori:
Eso sí, amiguis, una cosa es expresarlas para poder gestionarlas y otra hacerse un chalé en mitad del mal y quedarse a vivir. Esto va de airear y luego ocuparse de lo que esté en nuestra mano. (En otro post hablaré de lo bien que nos sienta a los humanos la sensación de control.) Se trata de dejar salir un poco de presión de la olla exprés que somos para que no se lie parda en la cocina.
Y si hay niños en casa… ¿cómo lo hago?
La intimidad es algo difícil de lograr, más que la levadura o la tinta de impresora, estos días. Estamos todos en casa, juntos, y salvo aquellos -esa gente- que estéis en casoplones de varias plantas -no os detestamos ni nada, no- los demás buscamos los espacios y los huecos como podemos. El baño se ha convertido en el despacho y escondite de muchos, y el dormitorio el lugar para la bajona privada, ¿verdad?
Tener momentos a solas, ya sea para dar rienda suelta a nuestra pena o angustia, o para hacer cosicas agradables -fundamental para la salud mental- es prescriptivo, hace falta. La cuestión es que no siempre se puede o se llega en el momento justo, como decía antes.
Por otra parte, muchas me habéis contado que todos estos días habéis estado evitando que vuestros hijos detecten cuando estáis mal, por protegerles. Pero claro, eso os ha llevado a no poder expresarlo, soltarlo, cuando lo necesitábais.
Sin embargo también es cierto que no podemos andar como plañideras delante de nuestros hijos porque las emociones también se contagian, casi a la misma velocidad que el puñetero coronavirus, y no queremos que eso les afecte.
¿Qué hacemos entonces? Como la invisibilidad o el teletransporte no están todavía inventados, nos toca un poco de gestión y explicación.
Normalizar y explicar
No es malo que nuestros hijos nos vean llorar o estar tristes en alguna ocasión. Ellos están aprendiendo a gestionar sus emociones, y una vía para hacerlo es precisamente es a través de nuestro modelo.
Pero siempre conviene que pongamos palabras a lo que ven, que les expliquemos por qué estamos tristes o enfadados (adaptando el lenguaje a su edad y conocimientos) y qué vamos a hacer para gestionarlo o por qué no es negativo sentirse así.
Por supuesto debemos tener cuidado de no cargarles con nuestros miedos, recrearnos en la incertidumbre y transmitirles temores, ellos tienen menos información que nosotros y menos capacidad de gestión, así que hagámoslo con sentido común.
Por ejemplo (así un poco sacadete de la manga): cariño, ahora es que estoy triste porque echo de menos a los abuelos y tengo ganas de poder salir y que el bichito se vaya de una vez. Es normal estar así estos días, pero luego se pasa y nos reímos, ¿a que sí? ¿Tú has estado triste o enfadado?/¿Te acuerdas esta mañana lo que nos reímos con…? (podemos aprovechar para indagar y que nos cuenten y así ayudarles en su gestión, o podemos reconducir la historia, lo cual también nos ayudará a nosotros a subir un poquito nuestro estado de ánimo).
Me siento mal cuando me siento bien
El ser humano es capaz (y de hecho necesita) tener buenos momentos incluso en las situaciones más complicadas. Sin embargo a veces sucede que cuando éstos se producen generan a posteriori un malestar regulero: la culpa, que ataca de nuevo, la jodía.
Nos podemos sentir culpables por tener ratos buenos, por no estar fatal, por habernos reído, por haber disfrutado cuando hay otros que lo están pasando francamente mal. De hecho hay un término, que no es del todo aplicable a esta situación, pero que ilustra un poco lo que comento: la culpa del superviviente (o el síndrome del superviviente). Complicado el ser humano.
Ese tipo de pensamientos (culpabilizadores) bloquean el disfrute, produciendo una doble pérdida: no solo estamos dejando de experimentar ese disfrute que tanto necesitamos, sino que además nos machacamos, nos castigamos, censuramos o fustigamos por haber siquiera pensado en disfrutar/estar alegre/lo que sea que no sea sufrir.
Pero por muy duro que sea esto que estamos pasando*, o precisamente por ello, no podemos pretender experienciar lo malo y no permitirnos sentir alegría o disfrutar de eso que sí es bueno -y que seguro está ahí, a mano- (* Evidentemente aquí hablo de situaciones en las que las necesidades básicas están cubiertas, porque si no el escenario y su abordaje cambian radicalmente).
Tienes derecho a disfrutar, a reír, a soñar y a lo que sea… porque tienes que vivir. Tenemos que sobrevivir. Y con ello no le estás haciendo daño a nadie, no estás menospreciando ninguna situación, no minimizas el drama que muchos viven, ni te hace mala persona. ¿Estamos?
REMEMBER
- Sentirte superada con todo esto no es signo de debilidad o de que te pase algo, es una respuesta esperable a una situación tan complicada como la que estamos viviendo.
- Las emociones negativas dan cosica, pero tienen un sentido: no las evites, y si tienes que llorar, pues se llora y se queda una en la gloria. Ahora bien, no te quedes en la caca, sal de ella que fuera se está mejor.
- Necesitar a otros, sentir que sola no puedes, tampoco es un signo de debilidad: es que esto, solo, es más duro.
- Tener ratos buenos, reír, disfrutar, e incluso sentirte feliz, así con todas sus letras, es posible también en estas circunstancias, no es que seas un sociópata sin corazón.
Como siempre, espero que te haya gustado el post y que te haya servido, aunque sea un poquito, para surfear por esta ola que se nos ha venido encima.
Mamen.
7 respuestas
Vale.. y cuando la emoción no es llorar.. sino es angustia, desasosiego, incluso enfado y no sabes ni con quién… cómo se desahoga?
Esas emociones negativas son también habituales estos días. Lo que pensamos (y cuánto tiempo le dedicamos a pensarlo, en el día, digo) modulan en parte cómo nos sentimos, así que si es enfado, por ejemplo, necesitamos «enfriar» los pensamientos acalorados para bajarlo. Voy a intentar escribir un post sobre ello, por si te sirve (pero como siempre digo, porque lo tengo que decir, si realmente consideras que estás mal -que no sé si es tu caso-, lo mejor es acudir a un profesional).
Muchas gracias por leerme, Bárbara. Y mucho ánimo, guapetona.
Muchas gracias por contestarme! Me encanta tu blog, y sí, recibo ayuda profesional (un poco mermada ahora en confinamiento). Leyendo este post se me ocurrió la pregunta ya que me gustaría el enfoque a no sólo «llorar».. me encanta cómo escribes y nos explicas las emociones, gracias!!
Gracias por el post. De verdad, gracias. Justo acabo de pasar un ataque de ansiedad brutal. Y no sé cómo soltar lo que llevo dentro. Tu post me ha ayudado. Sigue así, necesitamos psicólogos para salir de este jardincico en que estamos metidos.
Jo, qué puñetera es la ansiedad. Pero me alegro de haberte sido de ayuda, de verdad. Te mando un abrazo enorme y mucho ánimo para estos días. Gracias infinitas por leerme y comentar. Muuuuuacas
Joder, que has descrito perfectamente por todo lo que paso en un día (diría que en menos tiempo, pero..)
No me molesta llorar delante de mis hijos, pero lo de manejar la incertidumbre en las ultimas dos semanas no lo he llevado bien.
Y encima, no entiendo como yo soy una montaña rusa de emociones y mi marido «siempre» esta bien
Gracias
Ay, guapetona, es que no son tiempos fáciles. En esto de las emociones hay quien las gestiona de una forma y quien lo hace de otra, por eso vemos también a muchas personas que están más tranquilas/calmadas/estables. Lo que pensamos (y cuánto tiempo andamos dándole al runrún) modula cómo nos sentimos. Estos días necesitamos no andar pensando todo el rato en lo que sucede, en el futuro incierto… porque entonces sí que nos montamos en esa montaña rusa. Un abrazo grande, grande.