BLOG

Ir al supermercado a hacer la compra en tiempos del coronavirus: tips para manejar la angustia… y un toque final de humor

Voy a empezar por hacer una confesión: a mí hacer la compra en el súper es una cosa que, especialmente cuando iba sola, me gustaba. Lo juro.

Bueno, ir con peques tampoco es que me desagradara (igual esto debería hacérmelo mirar), pero es un juego arriesgado (uno que podríamos llamar «la compra rusa»). Y es que no importa cuánto tiempo vayas a estar en el súper, porque siempre, siempre, a mitad de recorrido, cuando falten por comprar la mitad de las cosas (sean 10 o 100), se desatará el drama infantil, entrarán ganas de hacer pis, querrán comerse allí mismo TODO lo que ven en las estanterías (aunque sean entresijos crudos), de manera que el resto del tiempo será como las 12 pruebas de Astérix pero con dos monos desatados (o uno o siete, depende de cúanto hayas procreado).

Ahora mismo no recuerdo cuándo fue la última vez que salí a comprar con los peques. Muchos estamos ya en ese momento del confinamiento en que hemos perdido un poco la orientación temporal. ¿Te ha pasado a ti ya? ¿Qué día es hoy? Es más, ¿en qué mes estamos?

Sí, me gustaba hacer la compra… y claro, hablo en pasado porque ahora todo es un poco más complicado, ¿verdad? De hecho ir al súper se ha convertido para muchos en un ratito nada agradable, un momento que genera bastante angustia, miedo e incluso ansiedad.

Si te ha pasado, lo primero es decirte que no estás sola: te puedo asegurar que son muchos los que «no quieren ir a comprar», los que lo pasan mal cuando van. Lo veo en consulta (online, claro #quédateencasa), en conocidos, en las cosicas que leo…

Qué te voy a contar en este post

En este post te cuento por qué nos pasa esto (sin mucha densidad, una cosa así por encimita, por ubicar) y te explico algunas herramientas que pueden hacer que ese miedo o ese malestar sean más chiquitos. 

Nota 1: evidentemente hay quien no está experimentando malestar alguno en este sentido. Ole por ellos, ¡ojalá todo el mundo! Pero como hay quien sí, pues oye, a ver si podemos hacer algo para reducirlo un poquitico. 

Nota 2: si te sientes realmente mal y no puedes gestionarlo, por favor, acude a un profesional. Esto es un post, no puede ni debe sustituir el trabajo directo y personalizado con un profesional. Los psicólogos somos gente maja y preparada para ayudarte, así que, de verdad, si crees que lo necesitas te animo a que consultes con un experto. 

ristra de carritos de la compra

Hacer la compra… antes

Hacer la compra es, o al menos era, un acto cotidiano, con reglas acotadas y en terreno conocido,  de manera que íbamos más o menos con el piloto automático (menos cuando vas a un súper que no conoces, que entonces tardas setenta horas y todo mal).

Es como conducir: al principio eres consciente de cada movimiento que tienes que hacer y de a dónde tienes que mirar pero cuando ya controlas, muchos de esos movimientos los haces «sin ser consciente», de un modo automático. Nuestro cerebro, que trabaja así en distintos niveles para optimizar, ¡qué tío! Y en el súper pasa eso, que muchas de las «tareas» las hacemos sin darnos cuenta porque las tenemos automatizadas.

La compra podía parecerte un coñacito, darte pereza, podía ser lo que fuera, pero desde luego no era algo que generara ansiedad (al menos no de manera general, y si lo hacía lo suyo es trabajarlo, amiga).

Ir a la compra, esquema general

En la era a.p. (antes de la pandemia) hacer la compra venía a ser algo así, más o menos: mirar cosas de los estantes, meter cosas en la cesta, pensar si comprar o no chocolate, decidir que no, meterlo igualmente en el carro, comprar también brócoli, volver al pasillo del chocolate y cambiarlo por uno con 85% de cacao, cruzarte con un conocido o chocarte con un desconocido, que se te cuele una señora muy mayor, pero ágil cual ninja, a escasos 20 cms de la caja, pagar, salir, darte cuenta de que has comprado más de lo que tus brazos -porque has ido andando- pueden cargar- , llegar a casa justo a tiempo de que no se te descuelguen los brazos, colocar la compra, descubrir con pasmo que te has olvidado de comprar lo que más necesitabas…

Pues eso, situaciones que prácticamente se daban todas y cada una de las veces que ibas a comprar. Sin más sobresaltos, sin más cambios. Ir a la compra es -era- una situación de «casa mental», terreno conocido.

Angustia en tu lista de la compra

Pero claro, entonces se produce una pandemia mundial, se nos pide que nos quedemos en casa (y lo entendemos, porque eso significa salvar vidas, evitar colapsos…), nos ponemos nerviosos porque no sabemos qué puede suceder, el papel higiénico se agota, los cuñaos and friends mandan fotos de supermercados con estantes vacíos, fotos que resultan ser de otros países y/o de otros tiempos pero que nos ponen más nerviosos y entonces sí que hay estantes que al final se vacían, llega la necesidad de mantener distancia entre los clientes y tomar medidas de higiene y seguridad…

Y a partir de ese momento eso que antes era un lugar cómodo, un escenario conocido, se vuelve marciano, de película. 

El miedo a contagiarnos o contagiar, ver conductas extrañas en otros clientes (o incluso agresivas), el hecho de tener que guardar una distancia interpersonal (que implica ir alerta y ser muy conscientes tanto de nuestros movimientos como de los demás), ver que ahora todo es distinto…

Todo esto, además del impacto emocional per se que tiene, resulta algo agotador a nivel mental, porque implica estar hipervigilantes, atentos, tensos.

Foto de Artem Beliaikin en Pexels. Quién nos iba a decir que las mochilitas estas de los 90 iban a volver, ¿eh? Vivir para ver.

Cuándo puede aparecer la ansiedad: malestar en tres tiempos

El malestar asociado a hacer la compra puede hacer aparición en tres momentos clave, no solo cuando estamos en el supermercado. Podemos sentir angustia, ansiedad o tristeza (entre otras emociones) antes, durante la compra y después, al llegar a casa. Y es «normal» -esperable- en los tres.

1. Antes de ir

Según se vaya acercando el momento de ir a la compra, o si nos paramos a pensar en ello (muchos humanos son de darle vueltecicas al tema cuando algo les preocupa), es posible que a nuestra mente vengan pensamientos reguleros sobre eso de ir a comprar.

Anticipamos, fabulamos con lo que nos podemos encontrar en el súper o en la calle. Y ya te digo yo que esa fabulación desde luego no tiene aspecto de sitcom, sino más bien de una pesadilla chunga de Tim Burton. 

La cuestión es que lo que pensamos modula lo que sentimos, de manera que si me paso media horita ahí rumiando con un apocalipsis en el Mercadona, viviéndolo in my mind, pues evidentemente me voy sentir mal, mucho peor que si ese ratito lo he dedicado a pensar en Chris Evans, por poner un ejemplo precioso.

Lo peor de esto es que además de haber estado pasándolo mal ya antes incluso de salir de casa (anticipación), como ya estoy experimentando malestar, puede que incluso ansiedad, mi vaso está llenito, así que a nada que suceda cuando efectivamente salga, éste se desbordará, y con él mis emociones. Es decir, será más fácil que «pete» en el súper porque ya vengo «calentita» de casa (como puedes ver uso todo términos técnicos a tope). Espero haberme explicado. 

2. Durante (mientras estamos en el supermercado)

Esa hipervigilancia que explicaba antes, ese ver a todo el mundo actuar raro, las mascarillas, los productos random que se acaban, ver al personal, cansados y expuestos a tanta cosa*, tener que ir pendiente de no tocar y de que no te toquen… Todo esto es TANTO, que es normal que nos de un zarandeo.

* Mi más profunda gratitud a todos los que curráis en esto. Si tú que me estás leyendo trabajas en un súper, te mando un abrazo que te cagas de grande. Menuda papeleta tenéis, así que los demás no podemos por menos que daros las gracias por ello. GRACIAS, de verdad.

Como apunte personal os diré que he llorado al menos dos veces en grandes superficies desde que esto empezó. Y ya que estoy aprovecho para decir que no pasa nada por llorar, aunque que de eso hablaré un poco más adelante. 

3. Después de hacer la compra, al llegar a casa

Toda la tensión acumulada (antes, durante y hasta que llegamos a casa y lo dejamos todo limpio y colocado, incluidas nosotras mismas), puede pasarnos factura, claro.

Es posible, incluso, que hayas pasado «neutralmente» por los dos primeros escenarios (salir de casa y hacer la compra) y que el bajón te de exclusivamente cuando ya esté todo organizado y te hayas sentado en casa. A veces pasa que uno está focalizado en la tarea y hasta que no la concluye o hasta que no llega a un lugar en el que sepa que se lo puede permitir, no peta. Pero cuando lo hace, peta fenomenal.

Estante de fruta de un supermercado
Foto de Carlo Martin Alcordo en Pexels. Pongo esta foto porque la fruta siempre da alegría de vivir, aunque esta esté envuelta en tanto plástico que la alegría sea menos. Ea.

Qué podemos hacer para no pasarlo tan mal al hacer la compra

1. Antes

Vamos a intentar pillar esos pensamientos malignos que «nos vienen» y que están dirigidos por Tim Burton o Dario Argento, y cuando hayamos localizado alguno, vamos a darle caña para que no nos fastidie: 

  1. Vamos a recordarnos que pensar en ello no nos sirve para nada -bueno-.
  2. Nos repetimos mentalmente la siguiente «instrucción»: hasta que no estemos saliendo por la puerta no vamos a pensar en esto de nuevo. Es decir, vamos a aplazar la preocupación
  3. Hacemos algo que nos distraiga, que requiera de nuestra atención, para ayudar a desprendernos del pensamiento y favorecer ese aplazamiento (suelo recomendar que se haga algo de tipo manual, pero también me vale que te asomes a la ventana y cuentes cuántos coches rojos hay aparcados, o cuántas cacas de pájaro tienen -festival-). 
  4. Cuando llegue el momento de salir hacia el supermercado, si te notas nerviosilla, lo que podemos hacer es volver a posponerlo, por ejemplo hasta que estemos en el coche o en la puerta del súper. 

Con esta técnica lo que buscamos es posponer la preocupación en lugar de intentar no pensar en ella. ¿Por qué? Porque intentar no pensar en algo produce el curioso efecto contrario, y tacató, que no te lo quitas de la cabeza. Por otra parte el objetivo final de evitar que vaya subiendo nuestro nivel de ansiedad por anticipación. Ojo: esto no funciona así a lo loco a la primera, claro. Manejar nuestros pensamientos no es sencillo y más cuando se trata de algo que nos preocupa, pero si lo vamos haciendo, si vamos poniéndolo en práctica, cada vez será más potente, de verdad. ¡Pruébalo y me cuentas!

Experimentillo explicativo:

Si te digo que no pienses en la palabra mapache -una de mis palabras favoritas- durante un minuto, ¿qué pasa? Pues eso, que en tu vida habías pensado tanto en mapaches, ¿verdad? Sin embargo si te digo que ahora mismo no pienses en mapache, porque vamos a pensar en ello dentro de 15 minutos, y que yo te aviso cuando toque hacerlo, tu cerebro pasará mogollón de la palabra mapache y no pensarás en ello nada de nada. Así es el cabrón cerebro. Pues eso pero con lo que nos preocupa. Mira qué bonito. 

2. Durante

  • Lleva una lista con lo que necesitas, ve a tiro hecho: innovar o ir en modo «a ver qué veo» hará que estés más tiempo allí, lo cual además de ser caca a nivel prevención de contagio, es una forma estupenda de exponerte a sentirte mal. Si tenemos objetivos claros iremos ocupados, con nuestros recursos atencionales fijos en algo productivo. Mucho mejor, dónde va a parar.
  • Si en mitad del recorrido notas que te sientes mal:
    • Intenta reconducir tu atención a la lista de lo que tienes que comprar.
    • Distracción: busca, por ejemplo, cuántos hombres llevan bigote o cuántos se han rapado la cabeza con el aburrimiento del confinamiento. Distraer nuestra atención de lo que nos preocupa o angustia ayuda a que no entremos tanto en el malestar. Recuerda: cuanto más pensamos en cosas que nos afectan… más nos afectan y peor nos sentimos, así que este ratito en el súper vamos a poner el foco en algo «no dañino». (Aunque lo de los bigotes igual sí que es dañino, pero solo visualmente… O no, porque ahora mismo me estoy acordando de los bailarines de Rafaela Carrá y sus bigotes y eso es gloria estética, purpurina en la retina).

3. Después

Mira, en este punto voy a hacer un a parte, porque… Bueno, te lo explico en el siguiente punto.

 

Es normal sentirse mal

Hay algo que es importante que tengamos clarinete: estamos pasando por algo muy complicado, muy duro, así que lo «normal», lo esperable, es tener momentos de mierda malos, ratitos en los que sintamos miedo, angustia, incertidumbre, enfado...

Pretender pasar asépticamente desde un punto de vista emocional por todo esto es, además de un tanto utópico, bastante poco saludable. Las emociones negativas no son malas per se -lo son cuando nos inundan y no podemos gestionarlas (tenéis que ver Inside out, que lo explica que da gloria)-. De hecho son necesarias y sanísimas. En una situación como ésta lo saludable es experimentarlas, ¡pos claro!

Así que si llegas a casa y te da bajona y necesitas soltar esa tensión acumulada, esa pena, ese miedo, ¡a tope con ello! Se pone uno y llora su poquito, o se pega una ducha y da rienda suelta al drama bajo el agua, como si de un videoclip de una balada heavy se tratase, o se caga en Rasputín setenta veces… o lo que sea.

No he comentado esto en el «antes» o en el «durante» porque en esos momentos sí que tiene sentido intentar «reducir el malestar»: en el «antes» para evitar pasarlo mal más tiempo, y en el «durante» porque un ataquito en mitad del súper es más complicado de gestionar que en casa, ¿no te pareche? Ahora bien, ¿que tú necesitas llorar en mitad de la sección de carnes, con frescor? Pues se llora.

Soltar, sí. Revolcarse en el barro, no

Lo que no vale es que ese ratito de desahogo se convierta en «revolcarse en el barro cual cerdete». Recrearnos en el malestar hace que en lugar de alivio lo que hagamos es estar cada vez peor. Y mira, no estamos para eso.

Suelta lo que tengas que soltar, permítete un rato de estar mal, claro que sí, pero ponle límite. Cuando lleves un ratico piensa en qué vas a hacer después, ponte con algo que te distraiga, canta una canción que te motive y de la que te sepas la letra… Lo que se te ocurra que sea ocuparse y distraerse, ¿fale?

Pues… esto es lo que quería contarte, que no es poco. Espero haberme explicado, no haber sido un coñazo y a poder ser que te haya resultado interesante o útil… O mira, lo que sea, pero que sea bien.

 

UN POCO DE HUMOR

En el anterior post una lectora (¡Hola, Taisa!) comentó que estaba ya saturadilla de tanto coronavirus. Decía que estaba por todas partes, que todos hablábamos de lo mismo. Y la verdad es que estoy muy de acuerdo con ella. Estoy escribiendo estos posts por si pueden servir de alivio o ayuda a alguien, por hacer algo, por aportar algo, pero también pienso (y me pasa como «usuaria») que no todo ha de ser virus, así que… vamos a reducir la intensidad con unos dibus de los míos, versión pandemia, eso sí. 

Pero antes de los dibus quiero decir unas cositas (no, este post no se acaba nunca).

Declaración/reflexión de la autora:

No es fácil pensar en términos de humor estos días. Hay veces en las que ni a uno mismo le sale la risa, y hay otras, muchas, en las que la idea de hacer una broma -o buscarle el lado «menos dramático» a todo esto- da un poco de reparo por aquello de no herir a otros, por no ofender, porque no parezca que te tomas esto, que es un drama, a la ligera.

Espero que tanto si ya me conoces como si es la primera vez que me lees (¡Hola, qué bien que estés aquí!) entiendas perfectamente el tono. Mi intención es SIEMPRE, SIEMPRE, ayudar a llevar las cosas de la mejor manera posible, ya sea la maternidad -desdramatizándola- los temas de pareja o incluso la salud mental. Y para eso uso, entre otras cosas, el humor. Y mucho. 

Soy de reírme, soy fan declarada del humor, tanto en lo personal como en lo profesional (hay muuuuchos estudios que demuestran lo valioso que es el humor como herramienta para la salud mental). Necesitamos el humor. 

Reír no es faltar al respeto, no es banalizar -o minimizar- con lo que a todas luces es una tragedia. Reír es una herramienta para sobrevivir. Tengo pacientes en situaciones complicadísimas y son los primeros que me dicen que necesitan despejarse, que necesitan reír, que les sienta bien. Estoy segura de que en estos días tú misma has agradecido reír, o incluso lo has buscado porque lo necesitabas, ¿verdad? Pues eso. 

Creo que en realidad no hacía falta decir todo esto, peeeeero yo me quedo más tranquila.

Dicho esto, los dibus: GRANDES MOMENTOS DE HACER LA COMPRA ESTOS DÍAS EL MUSICAL.

Hacer la compra: ahora

 

Te mando un abrazo enorme, apretao, con muchas ganas y calorcito humano.

Muchas gracias por seguir aquí.

PD: Si quieres que hable de algún tema en concreto, escríbeme a lapsicomami@gmail.com o deja un comentario aquí abajo, ¡haré lo que pueda!

Mamen

Imágenes: Unsplash.com y Pexels.com

4 comentarios

  1. Me ha encantado este post!!y súper útil! Tengo que decir que me he reído mucho con los dibus, me siento muy identificada, y es que hay momentos que son un poco estresantes, así que aprender a gestionarlos e intentar tomarnoslo con humor es muy valioso en estos momentos! Un abrazo virtual a la espera de poder dárnoslo en persona!!!

  2. Hola Mamen! Genial el post, aunque por suerte no estoy viviendo esta ansiedad al hacer la compra (también es verdad que hemos estado aislados un mes porque mi marido contrajo covid (sin síntomas apenas por suerte) y el otro día cuando por fin pude salir a comprar me dio la vida!). Pero lo que sí me preocupa es el efecto confinamiento en niños. Tengo un niño de 4 y otra de 1, y ella bien, pero él está con miedos a tope, no puede estar solo, se hace pipí encima todo el rato… En fin, no sabemos manejar muy bien la situación y se nos empieza a hacer cuesta arriba… si pudieras dedicar un post a los niños estaría genial! Muchas gracias!

  3. Ayyy por favor!!! Me ha encantado…como la vida misma!!! Que risa!Tengo que decirte que yo también soy una fiel defensora del humor y sobretodo en momentos difíciles…bueno en todos…me ha encantado!

  4. Durante la cuarentena el hecho de ir al supermercado suponía un reto para muchos, incluso para comprar nuestra fruta habitual. Las condiciones eran diferentes y la gente se movía con muchas prisas. Por otro lado, muchos negocios empezaron a servir online sus alimentos, pudiendo hacerte llegar a casa, con tan solo un click, la fruta que hubieras deseado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

ENTRADAS RELACIONADAS

* Esta soy yo *

Mamen Jiménez - Psicóloga

Psicóloga (tengo mi consulta, doy talleres y charlas...), bimami (6 años y 2 años, ole), escribo y dibujo sobre psicología, pareja, maternidad... y lo que surja (o me dé tiempo). Me gustaría dormir más. ¡Bienvenida!

* Buscar *

Buscar

¿Quieres que hable de algún tema concreto en el blog?

* Categorías *

* CON HONOR *