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No hay nada como el hogar

Estamos todos de acuerdo en que ser padres es una cosa maravillosa, eso no es discutible, al menos no para la que escribe. Peeeeero eso no quita que sea un catacroquismo vital del tamaño del monte Rushmore: tras ser padres nada vuelve a estar en su sitio. (Y cuando digo «nada» me refiero tanto a cosas-objetos como partes del cuerpo de la madre, aunque eso es otra historia de la que hablaremos en otro post -lleno de diversión y drama-.)
Nunca he sido de esas personas así como «megaordenaditas». De hecho podría decirse, podría, que más bien he sido un fucking desastre con patas en lo que a orden se refiere (una vez mi madre, siendo yo adolescente, me preguntó: ¿Tu cuarto está como siempre o sólo da ganas de llorar? -true story-). En mi defensa diré que… Bueno, mira, no tengo defensa. Lo que sí es verdad es que con el tiempo una se vuelve más cuca, más primorosa, y ese fue mi caso desde que me fui a vivir sola: muté al orden (más o menos, jejeje -ponerse estupenda era esto-).
Y es que, amigos, es bonico volver a casa después de una jornada laboral intensamente intensa (de esas en las que no te da tiempo ni de ir al baño a… tomarte un simple café), y tumbarte en el sofá con una copa de vino (o un TAB, que ahora que somos madres ya podemos tomarlo) y que la casa esté, más o menos, ordenadita. (De hecho en consulta, por ejemplo, cuando tengo un paciente que está así con estado de ánimo chunguele -nombre técnico a tope- una de las cosas que recomiendo es que ponga orden en su entorno, porque se sabe que da calmita.)
Eso mola, ¿te acuerdas? Porque entonces tienes niños, y lo de poner orden se vuelve mentira. Falso. Absolut imposibol. En tu salón empiezan a crecer, como setas en el monte (no en el Rushmore, que allí sólo salen cabezas de presidentes norteamericanitos) objetos diversos, de muchos colores y formas. En tu salón y en tu cuarto, y en el baño, y en la cocina… y en tu alma.

El Proceso de Colonización empieza así como de buen rollo, con ganas por tu parte, de hecho. Digamos que de entrada te abandonas y entregas al invasor. No sabes lo que haces, porque luego desparrama que da gloria. Veamos este maravillosismo de la vida en fases:
  • PRIMERA FASE: GÉNESIS. Estás embarazada y te entra la locura nidil: «Mi niño tiene que tener un cuarto preciosísimo con muchas cosas bonitas -y necesarias (eso te dices para justificarte)-«. Entonces empiezas a adquirir objetos, algunos con forma de peluche, mullidito y amoroso, muebles, telitas, adornitos… Todo acaba en -ito, porque es pequeño y da ternura. Hasta el momento en el que el amor de tus amores nace, la invasión está más o menos controlada y acotada. Bien.
  • SEGUNDA FASE: EXPANSIÓN. Habéis tenido un retoño. Felicidades. Mucho sueño, mucho amor, mucho reflujo, dame una gasa, dónde la pongo, aquí en la mesita al lado de las cremas, ¿encima de los pañales?, mejor déjala al lado del humidificador que me pilla mejor… La invasión empieza a tomar forma y conquista vuestro dormitorio (también). Nunca pensaste que la crema para las manos, esa que te pones antes de dormir para tenerlas tersas y jóvenes, iba a coexistir en el espacio-tiempo con una crema para ojetes pequeños, para mantenerlos tersos sin dramitas dermatológicos. Guay.
  • TERCERA FASE: CONSOLIDACIÓN. Tu retoño ya se mueve con soltura. Va a donde quiere (a la velocidad que quiere) y es capaz de sostener hasta tres (o doscientas, que parece increíble) cosas en sus manitas mientras lo hace. Esta es la vía a través de la cual la invasión se hace fuerte y ya no es controlable. Si haces una panorámica de tu hogar verás que no queda un centrímetro cuadrado sin presencia de los colonizadores, ni en horizontal ni en vertical: bloques, muñecos, coches, cubos, cuentos, zapatos, ropa, sacamocos, comida secreta, suero, huellas y deditos en los espejos, cristales, puertas… Asumámoslo: hemos sido colonizados.
  • CUARTA FASE: APAGA Y VÁMONOS. La destreza del «facilitador» de la invasión, del pequeño agente infiltrado, es total, y se viene arriba: ya no le basta con distribuir por el hogar sus cositas, no. El mando de la tele, los móviles, el peine, las llaves… esos objetos cotidianos que solías usar cuando querías, se unen a la causa colonizadora al grito de «libertad y caos» y, en un festival del volvamos loco al adulto propietario del espacio, cambian constantemente de sitio apareciendo en los lugares más insospechados. Querido mando, si tenías calor haberlo dicho, pero no hacía falta esconderse en el congelador. En esta etapa se abre un nuevo universo de caos y confusión paternal al descubrir que, como decía al principio del post, ya nada está en su sitio.
Ya no habrá orden, nunca, porque pretender recoger con los niños en casa es como intentar salvar el Titanic con una fregona. Así que mejor píllate una buena taza de té, siéntate tranquilamente y disfruta del desastre. 
Epílogo moñas total: Toca aceptar que muchas de tus posesiones no sobrevivirán a esta vida loca (loca, loca), que esa cajita sobre tu mesita, esa que te mola tanto, en la que guardas chorraditas de plata y oro y rubíes (o plastiquete deluxe), no conocerá el 2018 (siendo optimistas). Toca aceptar que tu casa, como tu vida, ya no es sólo tuya, y que eso en realidad es fenomenal, porque no se te ocurre otra forma mejor, más tierna y bonica, de darle uso a todas esas cosas (que son sólo cosas) que tenías en casa. La invasión ya no tiene marcha atrás.

Besos de madre colonizada felizmente.

35 comentarios

  1. Mira que mi casa no s precisamente pequeña pero el tsunami de trastos varios nos va hinundando poco a poco. Lo de sentarse en el sofá de disfrutar del mi caos ordenado ya intento seguirlo pero a veces estoy tentando de cambiar el té por un copazo. Un beso

  2. Jajajaja tu has estado en mi casa verdad?? Jajaja yo en el inicio de la fase consolidacion intente que a lo largo del dia hubieran momentos en que estuviera recogido jijiji ilusa de mi … Yo ordenaba por un sitio y ella destrozaba por otro. Por lo que desisti. Ahora intento no matarme con algun juguete u objeto tirado en el suelo y despues decenar si no esta ya ko recogemos todos los juguetes juntas al ritmo de una cancion especifica para eso y sino cuando ya esta dormida recojo yo, asi como minimo el ratito de relax de antes de dormir lo hago en un caos ordenado

  3. Zona de guerra puede llegar a ser una casa con niños. Yo debo ser una rara avis porque ahora soy más ordenada que cuando era nomadre. Eso sí estoy todo el (puto) día recogiendo. Y aún así para cualquiera seguro que no está ordenado del todo pero para mí está de lujo. Ja,ja,ja. Creo que es un respuesta adaptativa porque si me dejo llevar entre el lo que desordena el niño y lo que no ordenaría yo. Además estoy un poco loca en plan hay que enseñar buenos hábitos a un ser que aún no se entera de ná (ya sé que se entera de mucho y de muchísimo más de lo que creemos pero aún así), educar con el ejemplo y todas esas cosas. En fin, que a ver si me dura. ja,ja,ja

  4. Esta noche cuando me quede solita con mi té en el sofá te volveré a leer, para poder reírme a gusto… Yo también soy de las medianamente desordenadas y es que cuando me fui a vivir sola (estuve solo 7 meses) para mí fue un "a vivir la vida", es decir, lo dejo aquí porque para mí es lo más cómodo, aunque si viene alguien toca recoger… Y con el chiquillo esa comodidad de la soltería se ha vuelto a veces casi necesidad, porque llora o te llama y para prevenir una rabieta lo dejas "ahí mismo" y luego estás taaaan cansada cuando por fin se ha dormido que, mira, mañana lo tienes más fácil para ponérselo otra vez. En fin, que lo has expresado ¡genial!.

  5. Yo soy una desastre del.orden. Y ahora q me ocupo de lo mio y de lo de 2 criaturas.. Fatal el tema del orden. Yo lo intento de verdad pero me cuesta. Esos zapatos, avisame si lo encuentras 😉

  6. Jajajaajja me encantas! Orde qué? En casa ya no sabemos qué es eso. De hecho ocupa, literalmente, medio salón. Quitamos la mesa del comedor y las sillas y le hemos hecho una xona de juegos. Que esté ordenado significa que esté en esa esquina de salón y que no moleste para pasar… Jajajaja Pero me encanta. Es aquello de "mi casa no está desordenada, está decorada por un niño" 😉

  7. Qué verdad! Ya nunca encuentras nada, nada de lo que dejaste en su sitio sigue en ese sitio, las cosas mutan, permutan, desparecen y aparecen…!
    Y da igual que recojas, porque al minuto comprobarás que habrás perdido el tiempo…todo está igual que antes!
    Un besito!

  8. Ay, jajaja, realidad 100%. Siempre recuerdo la primera noche que pasamos en casa después de volver del hospi: mi madre se había encargado de dejarnos toda la casa limpia y recogida, estaba todo impecable. Y de pronto, a las dos de la mañana, en pleno ataque de no sé qué, le digo a Pedro "por favor, mira a tu alrededor". Estaba todo completamente bocabajo, como si hubieran agitado el frasquito en el que está metida nuestra casa. Y desde entonces…

  9. Lo mejor es aceptarlo y vivir sin agobios, aunque reconozco que cuabdo la leonera ya se me va mucho de madre me entra la neura y entro en modo torbellino recogedor… Entonces me recuerdo a mi madre! Jajajaja… Ya no hay vuelta atrás!

  10. Jaja, efectivamente el orden es difícil que vuelva a casa. Aunque una no sea el mejor ejemplo de orden, ellos consiguen que tu desorden sea un ejemplo de orden primoroso y meticuloso. Sobre todo con tres. Jamás nada estará es su sitio, tus tacones aparecerán en la habitación de los niñas, junto con aquel collar tan mono que perdiste, y por supuesto nadie habrá sido. Un saludo

  11. Me encantas! Así, tal cual. Y creo que yo soy de las tuyas, el orden a mi alrededor siempre ha sido una utopia y creo que eso es una ventaja a la hora de ser madres, a mi el desorden no me hace perder la cabeza ni un poquito 😉

  12. jajajaja Caos ordenado! Nosotros estamos intentando también que se quede más o menos decente antes de que le entre el sueñaco, pero si te digo la verdad no siempre lo conseguimos. Yo lo que hago es no mirar al suelo. Hay riesgo de escoñarse, pero ojos que no ven… (lego que te comes) XD

  13. Jajajaja estoy totalmente contigo (as usual): lo de los hábitos y esas cosas es importante, que luego te cuesta la vida que recoja el cuarto con 15 años (digo yo).
    Yo también soy más ordenada ahora que antes, y también tengo menos apego a las cosas: antes acumulaba ropa (por si volvía a ponérmela algún día), cosas… ¿Ahora? ¡Todo fuera! Lo que se pueda se dona, y lo que esté fatal… ¡a la basura sin compasión! Espacio, necesitamos espacio! 😉

  14. jajaja los quiero desde que los vi la primera vez! Cualquier día cojo purpurina y cubro unos negros que tengo por aquí. Si, ya lo sé, llegará la purpurina a Cuenca, pero… ¡qué más da, si no se va a notar con todo lo que hay en la casa! XD

  15. Es la repera! Ahora entiendo eso que me decía mi madre de niña: "deja las cosas siempre en el mismo sitio, que si no luego no hay quien las encuentre". Yo pensaba "¡qué exagerá mi madre, si luego lo encuentras en cero coma!" pero ahora sé que no. XD

  16. Las madres… cómo nos acordamos ahora de las madres (y las comprendemos… claro, porque ahora somos ellas!). A mi me pasa eso, que procuro relajarme (quizá demasiado, jajaja), hasta que un día miro a mi alrededor y no veo los muebles de cosas que tienen encima. En ese momento el nervio de madre me posee…

  17. Yo estoy en la tercera fase!!! tengo momentos en los que me estreso tela y otros en lo que paso del tema, (bipolar perdida jiji) me he comprado un lavavajillas y un robot que barre el suelo, pero ni con esas… Se me acumula el trabajo :-S

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Mamen Jiménez - Psicóloga

Psicóloga (tengo mi consulta, doy talleres y charlas...), bimami (6 años y 2 años, ole), escribo y dibujo sobre psicología, pareja, maternidad... y lo que surja (o me dé tiempo). Me gustaría dormir más. ¡Bienvenida!

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